¿De Qué Hablamos Cuando Hablamos de Amor?

Hace algunas semanas El del Ágora me prestó una revista en cuyo interior se encontraba un artículo con ésta peculiar pregunta. Después de leerlo, comprendí que muchas veces creí sentir amor,  cuando en realidad no era asi.

Y es que hay que definir claramente los sentimientos que se desbordan y que nos obligan a actuar de diferentes maneras en distintas situaciones.
Si nos detenemos en algunos pasajes de “En busca del tiempo perdido” nos daremos cuenta que para Proust el amor era una mala suerte. Algo parecida pero más moderna, era la definición de Rilke quien afirmaba que el amor eran dos soledades compartidas. Pero ¿cómo saber si realmente estoy enamorado? Lo primero que pensaría es que el deseo que siento me indica cuál es el objeto de mi amor,  ya que el amor es una tendencia a la posesión. Pero la noción de propiedad, de poder, a la cual muy a menudo reducimos al amor, no me convence.
Otra forma de definir al amor sería por la vía de la atención. Muchas veces descubrí que el enorme interés que sentía por una persona, no era más que una liberación de la cruel cotidianeidad, del tedio de estos tiempos, del aburrimiento que se incrustaba en mi corazón con cada atardecer. Por lo tanto, siempre estuve dispuesto a entregarme a quien intensificara mi vida, a quien me raptara y me mostrara otros paisajes. Pero siempre volvía al principio, al encierro de los días y la humedad de las noches.
Sigo buscando, y me digo que la ausencia o la partida de la persona que quiero me provocan tristeza y nostalgia. Pero analizando cualquier ejemplo concreto mi abanico histórico, siempre se trató del desvanecimiento de un hábito,  la alteración de aquellas costumbres que supuestamente le daban sentido a mis días y que, ante su desaparición, mi vanidad quedaba herida y me producía un lacerante sentimiento de inseguridad.
Por otro lado, podría decir que la sola presencia de la persona amada me produce una alegría que calma mi espíritu y que constituye la realización de mis metas y resulta imprescindible para alcanzar mis anhelos. Pero la despersonalización a la que podía someterme me aterraba. Ser un espejo del otro, y tomar como mías sus ilusiones no me agradaba mucho. Nunca quise convertirme en el instrumento de otra persona ni quise dejarme manipular por el orgullo de alguien más. Puede parecer algo egoísta pero quiero ser querido como soy: libre, independiente, autónomo, y lógicamente, espero una persona con similares características. Si amar a alguien significa cambiar y dejar de lado lo que construí,  prefiero no adscribirme.

Sin duda alguna podría dedicar muchas más líneas a ensayar posibles respuestas a la pregunta inicial, pero creo que es innecesario. No solo porque terminaría por confundirme más de lo que estoy, sino porque estoy convencido de que cada uno tiene el deber de buscar su propia respuesta. Yo seguiré escudriñando en en oscuro socavón de mi corazón, y vos, ¿Sabés de qué hablás cuando hablás de AMOR?